Arando en el vacío
Fredy Alzate
Cali, may. - jun. 2016
I
Jeffrey Kipnis se preguntaba si alguna vez un cavernícola buscó una cueva de dos habitaciones. Su pregunta, misteriosa en esencia, abre un conjunto de imaginaciones sobre el momento en que un grupo de humanos sintió la necesidad de poner un tabique para dividir un espacio abierto, sobre el momento en que empezamos a necesitar la cocina separada de la cama y la cama separada del sitio donde se caga o se dispone el desperdicio. ¿En qué momento no fue suficiente esa boca de piedra abierta por capricho de la naturaleza en la montaña, o la sombra del árbol, o la pura intemperie? ¿En qué momento ser humano requirió construir para consolidar la propia humanidad? Se tienen registros, a partir de un edicto Real de 1539, en el que Francisco I, primer rey de Francia, ordena a sus súbditos la separación de los espacios de la casa, la correcta disposición de los desperdicios y excrementos, la prohibición de sacrificar animales en la ciudad y la construcción de letrinas, so pena de expropiación de las viviendas, multas y cárcel. Así, bajo el pretexto de la salubridad, se da inicio a la idea de vida privada y, más allá, a una definición de la dignidad humana por la que resulta inapropiado mostrar en público que de nuestro cuerpo sale mierda.
II
Hace un par de años, un conjunto de noticias republicadas por muchos en redes sociales, daba cuenta de grandes cráteres que se abrían en la tierra, algunos expeliendo gas o vapor de agua en Siberia, otros sencillamente apareciendo para tragarse cuadras enteras de alguna ciudad centroamericana. Varias hipótesis señalaban semejanzas entre unos cráteres y otros, y varias teorías conspiraban sobre la simultaneidad de esas apariciones. Algunos se preguntaban por la profundidad de esos agujeros enormes, otros temían que bajo sus pies se abriera el suelo, tragándoselos para siempre. Hay algo fascinante en esa idea de un hueco que se traga el mundo. Una puesta en realidad de la posibilidad de experimentar los agujeros negros. Arrojarse al hueco como gesto último de salvación: no suicidio sino caída libre para emerger, intactos, en un mundo de maravillas que está aquí mismo, solo que en un universo paralelo activado por un hoyo sin medida. El hueco, el cráter, el socavón y el túnel hablan de un proceso de transmutación alquímica al que entramos siempre cagados del susto, como una pieza de excremento sin valor y salimos redimidos, radiantes, dorados por la luz del sol. O no salimos. El hueco como prueba de supervivencia, la supervivencia como prueba de valor, el valor como prueba de una naturaleza áurea que siempre transforma la mierda en oro y el oro en moneda.
III
Tugurios en museos, museos precarios en bienales, huecos/intestinos/túneles como objetos comercializables en galerías de arte. Aunque Eva Hesse planteó el agujero como forma escultórica privilegiada, poniendo en evidencia la negatividad del espacio como norma constitutiva, pasaron décadas para ver esa negatividad explotada ad infinitum. Más que señalar en dirección a la repetición de la forma, a la crisis del ingenio o a la decadencia del objeto plástico, que parecería hoy necesitar la evidencia de su obliteración como condición sine qua non para su existencia, se trata más bien de pensar como aún, desde lo ornamental y suplementaria que resulta toda producción artística, tanto el artista como el espectador parecen unirse en los dos extremos de esa tripa, de ese túnel, de esa oquedad con o sin luz, en un intento de darle forma al pensamiento del escape, de pensar que no hay donde ir, prisioneros como estamos, a menos que, como el Chapo, dispongamos de un túnel hechizo, de un agujero negro, de una estrategia de autoconstrucción en un mundo otro que este.
Tal vez ha llegado el momento en que, en nuestros recintos compartimentados, necesitamos ornamentos que nos recuerdan que, en el fondo, seguimos siendo cavernícolas.
Víctor Albarracín Llanos
Créditos
Exposición
Arando en el vacío
Fechas
Mayo 20 – Junio 24, 2016
Lugar
(bis) | oficina de proyectos
Calle 23 Norte 6AN-17, oficina 412
Cali, Colombia
Artista
Fredy Alzate
Escritor
Víctor Albarracín Llanos
Agradecimientos
Herlyng Ferla
Sebastián Galarza