Hielo negro

Ana María Millán
Cali, mar. - abr. 2015

Almas perdidas

“¡El mundo es bello! Y eso es precisamente lo que es tan triste”
Stanilslaw Jerzy Lec

El paisaje se oscurece, hay niebla, sólo queda en el ambiente el sonido del canto de algunos cuervos. Al fondo una tormenta o dos; las camisetas negras, los tenis negros, las bocas negras, las uñas negras, jeans negros, el hielo negro, otras texturas de negro; toda la ropa huele a muerte porque fue enterrada semanas antes y desenterrada el día del show. Hay tanto dramatismo, tanta teatralidad que es casi imposible no sentir que por dentro a uno lo quema la ternura. Porque cuando lo siniestro y oscuro se salen de su cauce se transforman en graciosos mensajeros de la inocencia.

Todo eso que parece tan macabro y tan sórdido recuerda también cierto temor primario infantil. El miedo al bosque y sus criaturas, el paisaje que ya no es ciudad, que no tiene límites y que por ende no es medible produce en nosotros, los seres de la urbe, un encanto adolescente. Vamos de vez en cuando con nuestras carpas y linternas y jugamos a sobrevivir en la noche, nos asustamos con los pequeños ruidos que ya no entendemos, con los insectos y las promesas de la vida salvaje. No estamos preparados para dicho paisaje, nuestro sistema de reconocimiento nos engaña, se nos ponen los pelos de punta, vivimos la aventura con la dicha de saber que en la casa nos esperan los grandes logros de la modernidad. Nos sentimos tan fuera de lugar que idealizamos casi todas las criaturas, también a las personas que viven ahí.

Somos almas perdidas entre la ciudad y la idea del bosque, porque el bosque no lo conocemos nunca en profundidad, sólo llegamos hasta sus primeros terrenos, todavía cercados, en donde podemos ver las luces de la ciudad. Ahí nos disfrazamos de otros seres, aparentamos ser animales míticos, o vampiros o lobos. Todas nuestras fantasías de poder dominar esos lugares se vuelven realidad prendiendo una máquina de humo, fingiendo la niebla. Esa es, en algunas ocasiones, nuestra idea del infierno.

Es por eso que Ana María Millán toma como recurso básico de su trabajo videos de black metal noruegos y escandinavos, exageraciones teatrales del misticismo humano, y de ellos extrae fragmentos en donde el paisaje está bien definido y los pasa a acuarelas y dibujos en crayón graso. No se fija tanto en la figura como en el fondo, en el escenario donde todo sucede, la escenografía que sostiene la acción. Nos pone a mirar el territorio, para que entendamos de qué manera lo reinterpretamos, cómo le tememos y cómo trasladamos a él las propiedades del miedo. Los clichés del miedo.

En los únicos momentos donde vemos figuras humanas que habitan estos paisajes es cuando ella, en el único video de la muestra, vuela a manera de “Superman indio” (qué inquietante aparición) y cuando vemos a unos blackeros caleños riéndose en el making of de su video en la mitad de un bosque que parece algo más caliente y húmedo que el resto. ¿De qué se ríen? No sé, el video está en silencio, pero ese pequeño gesto parece desbaratar el conjunto escenográfico; todo aquello que parecía tenebroso ahora se delata, se cae el velo de lo melancólico, se ven los sostenes del muro falso y lo macabro ahora se enternece. Ya no se ven tan aterradores ni tan oscuros, ni tan escandinavos, tampoco tan caleños, tal vez por el exceso de bisutería y cuero.

Bonito momento, las acuarelas ahora parecen hechas por la mano de una niña, los dibujos en forma de sudarios ahora son como bocetos para la pintura de una playa, sólo les falta el color. Y así pasa, que uno empieza a ver en círculos y ya no distingue, y todo de nuevo vuelve otra vez a la muerte y lo oscuro, a esos escandinavos y noruegos que quemaron iglesias y se suicidaron para la portada de su próximo disco; a la sangre, a los fluidos y los cuchillos. Como almas perdidas entre la ternura y la muerte, entre la inocencia y el terror.

 

Gabriel Mejía Abad

Publicaciones

· Ana María Millán. 2016. “Hielo negro”. (bis) | oficina de proyectos: año 1 (2014-015) (catálogo) (vol. 1, pp. 33-39). (bis) | oficina de proyectos: Cali, Colombia. ISBN: 978-958-46-9910-7
· “Hielo negro”. 2015. Terremoto (abril 25, 2015)

Bibliografía

· Gabriel Mejía Abad. 2016. “Almas perdidas”. (bis) | oficina de proyectos: año 1 (2014-015) (catálogo) (vol. 2, pp. 29-33). (bis) | oficina de proyectos: Cali, Colombia. ISBN: 978-958-46-9910-7

Créditos

Exposición
Hielo negro

Fechas
Marzo 25 – Abril 25, 2015

Lugar
(bis) | oficina de proyectos
Calle 23 Norte 6AN-17, oficina 412
Cali, Colombia

Agradecimientos
Leonardo López
Andrés Sandoval
lugar a dudas