A comienzos de los años noventa, un hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, jefe del Cartel de Cali, invitó a sus compañeros de estudios de la Universidad de los Andes, donde cursaba la carrera de administración, a una fiesta en su casa en las lomas altas del Barrio Rosales. En una de las paredes de la mansión había una pintura que llamó la atención de un estudiante de arte de origen caleño.
Se trataba de un pequeño retrato al óleo de un hombre con una pipa. Abajo, en el espacio de la firma, se dejaba intuir de forma difusa el nombre “Vincent”. El estudiante de arte aprovechó que no había nadie cerca, observó en detalle la obra, desmontó el cuadro y en el reverso encontró unos sellos antiguos. Al volver a la sala, el visitante encontró un gran cuadro de Botero no solo inflado sino tan torpemente pintado que era claro que se tratada de una falsificación. Lo comentó con otro amigo y, a su espalda, el anfitrión de la fiesta oyó la conversación. El estudiante de arte se ufanaba de reconocer la falsedad del cuadro de Botero y, comentando sobre la que parecía ser una imitación tan precaria como extraña de un autorretrato de Van Gogh, daba a entender, gracias a su reciente experticia, que los Rodríguez habían sido timados.
El hijo de Miguel Rodríguez Orejuela le comentó a ambos que no se trataba de ningún timo, que en efecto ambos cuadros eran copias y que los originales, el verdadero Botero y el Van Gogh primitivo —que daba cuenta de las luchas y fluctuaciones estilísticas del holandés—, estaban encaletados en una bodega en otro lugar del país. ¿La razón? En caso de robo, o de cualquier otra eventualidad, las valiosísimas obras originales podrían perderse o ser cambiadas por unas copias aun más burdas que las que estaban expuestas.
A continuación el dueño de la fiesta invitó a sus amigos a la piscina climatizada. La selecta audiencia gozó con la anécdota. El estudiante de arte, ese astuto ilustrado, pasó a ser un ingenuo detective ante unos anfitriones con tanto de gusto como de malicia. A los tres meses la casa de Rosales fue allanada. El destino de los cuadros expuestos se desconoce.
Lucas Ospina